jueves, 2 de abril de 2020

Abriendo posibilidades de nuevas y mejores conversaciones

Al hablar (con alguien) lo hacemos en un contexto social, histórico y geográfico (historia y geografía, las dos coordenadas temporo espaciales sin las que no podemos ser ni hacer nada humano), y de un diálogo que generamos para preguntarnos, respondernos y proponernos ideas mediante palabras (conceptos, pensamientos, sentimientos y deseos verbalizados, hablados y/o escritos) y gestos.

No hablamos por hablar nomás, sino para comunicarnos generando acuerdos como resultado del diálogo. Lo opuesto es el monólogo, muy usado y disfrazado en los modos autoritarios y violentos de relacionarse. Sabemos que es así, sin embargo, ya se trate de diálogo o monólogo muchas veces caemos en alguna de estas dos situaciones erróneas: la suposición, cuando damos por sentado que los demás con la sola audición de nuestras palabras debieran entender lo mismo que quisimos comunicarles, tal como lo pensamos, lo decimos y lo hacemos, y la indiferencia, por la que somos impermeable a lo que dice nuestro interlocutor. Esto no implica que lo menospreciamos creyéndolo incapaz de entendernos, al contrario, es para descubrir que a menudo, cuando no somos comprendidos y nos sale la víctima diciendo “a mí nadie me entiende”, tal vez el problema esté en que no sabemos hacernos entender, y exigimos a los demás que nos entiendan, a pesar de no haberles dado suficientes herramientas para hacerlo.

Barreras y condicionamientos físicos, ideológicos, sociales y geográficos forman parte de nuestra capacidad de comunicación. No podemos desconocerlas y obviarlas al comunicarnos con todos y cada uno de nuestros interlocutores. Si no, más que de posible violencia, hablamos de ninguneo seguro, lo cual también es absolutamente inadmisible en cualquier grupo social. 
Además, en las conversaciones frecuentemente ocurre que las suposiciones (eso que damos por sobreentendido de los demás y sobre lo que decimos) nos hacen correr el riesgo de generar y generarnos expectativas que al final resultan falsas y frustrantes. En ese caso lo mejor que nos puede pasar durante el diálogo es descubrir que no entendimos lo mismo que nuestro interlocutor, porque supusimos que coincidíamos en algo sobre lo cual no habíamos hablado explícitamente, ni chequeado de que así es.

La clave para mejorar nuestra capacidad de comunicación y generar acuerdos claros y efectivos es explicitar lo más posible lo que decimos, y chequear lo que oímos e interpretamos. En el mundo de las Organizaciones, y en las Organizaciones del mundo, las relaciones saludables se construyen con comunicaciones claras, acuerdos explícitos y precisos, y cumplimientos recíprocos. Llegado el caso, si algo de lo pactado no podrá cumplirse tal como lo habíamos acordado por algún imprevisto accidental, y aún como consecuencia de irresponsables comportamientos, con la simple iniciativa de generar una conversación se puede llegar a acordar nuevamente. Así preservamos la buena calidad de la relación, la acrecentamos y la hacemos parte de un clima laboral positivo, calmo, generador de alegría y paz.

Estos resultados no deben ni pueden ser una situación ideal e inalcanzable para nosotros. ¿Acaso no queremos vivir mejor? Seguro que sí, y además sabemos que lo haremos posible, para lo cual hablaremos más y mejor, hablaremos la verdad, de verdad y con verdad, para ser cada vez más libres. 

Te  doy mi palabra, espero la tuya

Mg. Adrián Cervera