viernes, 26 de junio de 2020


NUEVA NORMALIDAD, NUEVAS OPCIONES DE VIDA

Estábamos acostumbrados a “una vida normal” hasta que la pandemia del Covid-19 modificó los parámetros de lo cotidiano. Dado que algunos países ya están en fase de aperturas, y que en Argentina queremos recuperar cuanto antes algunas libertades resignadas, cada vez más se escucha la expresión: cómo es (cómo será) la vida en la nueva normalidad.
Por los ejemplos hasta ahora vistos, no son sólo palabras sino nuevas normas y propuestas de nuevas costumbres para asegurar la continuidad de la vida sin riesgos, aunque hasta ahora no me convencieron de que así será. Sin temor a equivocarme por mucho margen, sostengo que la normalidad en la que vivíamos era un estilo de vida de supervivencia, acostumbrados a un sistema de desigualdades y anti-naturalidades con estatus legal, plasmado en leyes y usos y costumbres, aplicables a todos por igual para que no sean rigurosas para nadie. Para peor, pareciera ser que muchos estaban convencidos de haber logrado el mejor destino existencial, su mejor mundo posible. Más verídico que esto es la respuesta de Inodoro Pereyra a la pregunta de su amigo Mendieta sobre cómo estaba: mal, pero acostumbrao.
Para saber si así estábamos realmente bien, basta hacer un poco de memoria y situarnos en cómo éramos y estábamos 100 días atrás y recordar situaciones y estados de vida, de salud, de trabajo, de profesión, de seguridad, no sólo personales sino también sociales y globales. ¿En qué consistía nuestra normalidad y conformidad? En ese análisis encontraremos los fundamentos para no hacer de la nueva normalidad más de lo mismo con el agregado de barbijos multicolores, sanitizantes y alejamiento social preventivo. Nuevas opciones de vida son necesarias, puesto que por sí misma, la experiencia de una situación traumática como esta pandemia no es garantía de mejoras personales y sociales. De hecho ha aumentado exponencialmente la cantidad de residuos patogénicos descartables que contaminan nuestro  ambiente.

La buena noticia es que en cada uno de los habitantes de nuestra Casa Común está la posibilidad de hacer nuevas las cosas para generar una normalidad sostenible, nueva y superadora, para que más personas accedan a mejores condiciones de vida, y como consecuencia el planeta también. Desde esta perspectiva sugiero líneas de acción:
   Necesitamos pensar, diseñar y decidir la nueva normalidad modificando las matrices de producción, consumo y posconsumo. Así aseguraremos la sustentabilidad de los recursos naturales y la sostenibilidad de la vida, seremos humanamente mejores y viviremos en un ambiente saludable.
 Como emprendedores, no podemos reducir la nueva normalidad a un cambio o adaptación de productos (vestidos por barbijos, alimentos por alcohol en gel), o a la aplicación de un nuevo formato al mismo modelo de negocio reemplazando la atención en un local por delivery y take away (te lo llevo y, búscalo y llévatelo).
   Así como el marketing mix responde a un modelo de gestión integral del negocio, para atender coordinadamente cuatro de sus elementos principales: producto, precio, distribución y comunicación; y, por su parte, el neuromarketing profundiza en el estudio del proceso de la toma de decisiones de los consumidores, o posibles consumidores, antes, durante y después de la compra, en la nueva normalidad ambas disciplinas han de aportarnos herramientas originales y creativas, para tomar decisiones con conciencia sistémica y criterios ecológicos.
    El crecimiento poblacional y el aumento de la demanda de todo tipo de productos, han llevado a la sobreexplotación de los recursos naturales y a poner a las industrias ante el desafío de buscar nuevos modelos de desarrollo sostenible. Los aportes de la economía circular nos permitirán abordar el conjunto: extracción, producción, consumo y posconsumo asegurando la sostenibilidad de nuestra vida y la de las generaciones futuras.
    Los plásticos y los residuos secos no deben ser pensados como basura, sino como bienes y recursos con valor económico. Su recolección, separación, valorización y reinserción en el circuito productivo promueven el desarrollo económico sostenible en el marco de la economía circular. La Economía de descarte, también llamada Economía lineal, es el modelo donde las materias primas se utilizan para fabricar productos que luego de ser usados se desechan, creando así una necesidad interminable de materias primas en la cadena productiva. En cambio, en una Economía Circular los materiales de los productos ya utilizados se recuperan y emplean en la fabricación de nuevos productos, lo que reduce la necesidad de usar únicamente materias primas vírgenes.
    Mediante nuestros emprendimientos podemos superar el tradicional esquema de “usar y tirar”, de la economía lineal, haciendo un cambio de paradigma hacia una economía circular enfocada en reproducir el mecanismo biológico de la naturaleza. Esto se basa en pensar y diseñar los productos ya sean para reutilizados, para obtener una materia prima secundaria, o para generar energía alternativa desplazando los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón).

 No más de lo mismo implica hacer nuevas opciones de vida. Con creatividad, innovación y crecimiento como elementos centrales del nuevo modo de emprender, haremos que los entornos urbanos se conviertan en focos de actividad económica sostenible, posibilitando la recirculación de materiales duraderos.
 Respecto de los residuos domiciliarios, de los residuos industriales y de nuestros emprendimientos, asimilables a Residuos Sólidos Urbanos (RSU), hay tres acciones que todos podemos practicar: Reducir, Reutilizar y Reciclar (3R). 1. Reducir la generación de residuos. 2. Reutilizarlos, para ello separarlos en origen entre secos y húmedos (orgánicos-inorgánicos) y, 3. Reciclarlos destinándolos a esa industria. Además, gran parte de los residuos húmedos orgánicos de origen vegetal pueden destinarse a la producción de compost domiciliario, o a gran escala en viveros.
 Bastan estas buenas prácticas, en la escala productiva que cada uno tenga, para participar activamente en la economía circular, dar posibilidades de trabajo a muchas personas y cuidar el ambiente. No olvidamos que el Estado también deberá hacer lo suyo, por ejemplo decidirse a tomar políticas públicas para eliminar todos los basurales a cielo abierto y convertirlos en rellenos sanitarios, pero está en nosotros la decisión sobre qué cantidad de residuos llegará a esa disposición final.


El problema social y el problema ambiental son uno y el mismo problema socio-ambiental, que se resuelve atendiendo a ambas realidades, mientras que el problema económico se resuelve por añadidura. La inversión de ese orden nos trajo al alto nivel de contaminación existente con sus consecuentes crisis sociales.





Hagamos que sea normal vivir bien y 
que sean normales los emprendimientos
socialmente responsables, ambientalmente amigables 
y económicamente rentables

Mg Adrián Cervera | AyCAsesorías y Capacitaciones  
Coaching Organizacional | cerveradrian@gmail.com