TE
DOY MI PALABRA, ESPERO LA TUYA
Hablar claramente con alguien, además de escucharlo, es
proponer mis ideas (conceptos, deseos, pensamientos, etc.) mediante palabras,
gestos y, por qué no, también con silencios.
Al decir esto, estoy suponiendo una situación de
interrelación en la que no hablamos por hablar, sino que hablamos porque
queremos generar acuerdos mediante el diálogo. Sin embargo, no por ello debo o
puedo dar por sentado que los demás han entendido, mediante la escucha de mis
palabras y la percepción de mis gestos, lo mismo que yo quise comunicarles, tal
y como yo pienso, creo, y obro en consecuencia.
Esto no implica menospreciar a mi interlocutor pensando en
que no es capaz de entenderme, sino al contrario, es para descubrir que cuando
no soy comprendido, y me hago la víctima diciendo “a mí nadie me entiende”, tal vez el problema esté en que yo no sé
hacerme entender mientras les exijo a todos que me entiendan, siendo que en
realidad no les dí las herramientas necesarias y suficientes para hacerlo.
En las conversaciones, ocurre con mucha frecuencia que las
suposiciones (lo que doy por supuesto sobre el otro o, sobre lo que digo), nos
hacen correr el riesgo de generar y generarnos expectativas que a la postre
resultan falsas y frustrantes pues, recién al final comprobamos que no habíamos
entendido lo mismo sobre lo que al principio supusimos que era motivo de
coincidencia entre ambos.
En el mundo de las empresas, y en las empresas del mundo,
las relaciones saludables suponen y necesitan comunicaciones claras, acuerdos
explícitos y precisos y, cumplimientos recíprocos, tal que llegado el caso que si algo de lo pactado no puede cumplirse
tal como se lo había acordado, o surgen imprevistos accidentales, es decir no
como consecuencia de irresponsables comportamientos, una simple comunicación
anticipatoria puede generar un nuevo acuerdo que preserve la buena calidad de
la relación, la acreciente y la haga parte de un clima laboral positivo, calmo,
generador de alegría y paz.
Estos resultados no deben ni pueden constituir situaciones
ideales, o realidades inalcanzables. ¿Acaso no queremos vivir mejor? Te aseguro
que sí es posible vivir mejor. Hagámoslo posible, hablemos más y mejor,
hablemos la verdad, de verdad y con verdad.
Una sugerencia práctica y sencilla:
al iniciar un diálogo intenta
hacerlo desde las coincidencias que ambos comparten.
Verás que prontamente llegarán a un acuerdo superador.