¿Quién es el malo de la película?
La Economía Circular presupone un Consumidor
socialmente responsable y ambientalmente amigable
El
reciclado de residuos es sólo una de las partes de la solución al problema
socio-ambiental que genera el posconsumo humano. Sin embargo, en los hábitos
cotidianos aún no reflejamos mayoritariamente ni la conciencia de su existencia,
ni las buenas costumbres que como protagonistas del cuidado de nuestra casa
común, podemos vivir para disminuir la contaminación ambiental que producimos.
Desde las
políticas públicas, ya sean de educación cuanto de producción y comercio, aún no
están armados los sistemas de incentivos para que un alto porcentaje del material
residual de toda actividad humana, léanse Residuos Sólidos Urbanos (RSU) y
Residuos Industriales No Especiales (RINE) asimilables a RSU, se reinserten en
la economía productiva. La causa radica en que habitualmente esos productos son
considerados basura, y se desechan
como tal en basurales a cielo abierto y/o rellenos sanitarios, que aun teniendo
impactos ambientales muy distintos, en el fondo ambos se llevan a disposición final lo reciclable y lo que
no lo es.
En cambio,
si los consideramos como residuos
recuperables, reutilizables y reciclables, y los separamos en el mismo
momento que los generamos (en origen), serán recursos a los que se les agregará
valor. Es urgente cumplir con las regulaciones ambientales vigentes, favorecer
la legislación de otras, y educar fortaleciendo la conciencia socio-ecológica para
corregir el destino final de los residuos.
El material residual, también llamado producto del posconsumo humano, en su
gran mayoría es el packaging de todo lo
que consumimos, y se trata de una gran variedad de plásticos, papel, cartón,
vidrios y algunos metales ligeros. Dentro de este conjunto, el plástico es
mayoría por la sencilla razón de que ser mucho más barato que los demás, y a
pesar de que nos facilitó la vida en muchos aspectos, hoy aparece como el gran protagonista
del problema ambiental y, en realidad no lo es por la sencilla razón de que
somos nosotros los responsables de su mal uso. Si bien necesitamos una mejor
legislación sobre los envases, también nos urge trabajar en la responsabilidad extendida del productor.
¿Quién es el productor? No es sólo el que produce
el bien que consumimos y su envase, sino también todos nosotros en tanto
consumidores y generadores de residuos, aunque el costo de la recolección de
dichos residuos recae lamentablemente sólo en los consumidores mediante el pago
de impuestos, y no en quien los produjo, es decir pagamos irresponsabilidad. Ignorar
esto es padecer una falta de conciencia y responsabilidad socio-ambiental, tanto
para crear productos y sus envases como
para consumirlos en clave de desarrollo sostenible, a fin de no sumarnos a la
dinámica de la economía lineal, llamada también economía de descarte.
Si esto ocurre
así en lo personal, en la macroeconomía pasa por tratar sólo de las matrices de
producción y de consumo, dejando de lado la consideración de los procesos
extractivos de materia prima, y el reciclado del posconsumo. Éste último es lo
que caracteriza a la economía circular,
además de las matrices de Extracción, Producción, Consumo-Posconsumo. Todas
debieran conformar un conjunto sinérgico inseparable, aún en la conciencia
popular, para disminuir la extracción de materia prima virgen proveniente de
recursos no renovables y la contaminación ambiental.
Si en lo
personal no tenemos en cuenta el destino de nuestro posconsumo, y si en la
ecuación macroeconómica no se considera estratégicamente a la industria del
reciclado, estamos frente a un reduccionismo conceptual y vivencial que
profundiza el problema de la contaminación ambiental.
Si bien
por la Ley de la Responsabilidad Extendida del Productor (REP) de bienes, éste
ha de contribuir a que sus productos contemplen la disminución de la generación
de residuos, y que los residuos por ellos generados sean recuperables y
reciclables, como consumidores, además de cobrar conciencia sobre nuestro protagonismo
y responsabilidad en la generación de un
posconsumo residual, recuperable y reciclable, empezaremos a separar los residuos
entre lo que es reciclable y lo que no lo es, sean residuos secos o húmedos. Este
simple cambio de hábitos del buen trato del posconsumo producido, favorece una
mayor reciclabilidad de los mismos, y genera un gran aporte a la industria del
reciclado que se encarga de usar esos recursos como materia prima para la
fabricación de nuevos productos.
Con esta
sencilla práctica cotidiana hacemos que nuestro sistema económico, social y ambiental
sea sostenible, ayudamos a los recuperadores urbanos (cooperativizados o no), y
ejercemos nuestra responsabilidad social creando un impacto ambiental reparador,
y no sólo no negativo. La Resolución
290/2021, publicada el 08/09/2021, del Ministerio de Ambiente y Desarrollo
Sostenible de la Nación[1],
por la que se crea el Programa Nacional de Fortalecimiento de la Economía Circular,
Inclusiva, Comunitaria y Local “PRECICLO”, parece
venir en nuestra ayuda.
Practicando
la separación en origen de los residuos para su reciclado, producimos un cambio
cultural que nos asegura una dinámica de producción, consumo y posconsumo
sostenibles. Incluir a este último en la ecuación ambiental es estar
positivamente un paso más allá en el cuidado sustentable de los recursos
naturales, del ambiente y de la calidad de vida de todos.
Así, todos
seremos parte activa en la solución al problema económico y socio-ambiental
existente, y no habrá malos en la
película de la vida humana en este planeta.
ADRIÁN CERVERA