CAMBIOS o CRISIS,
OPORTUNIDADES o DESGRACIAS
Vivimos tiempos de cambios y
crisis, una
expresión muy escuchada en estos días. En realidad estamos cambiando todo el
tiempo, sólo que hay veces en que somos más conscientes de ello, sobre todo
cuando en algún aspecto de nuestra vida nos aprieta el zapato. Recién ahí
tomamos conciencia de que algo incómodo nos está pasando. Esa conciencia nos
permite preguntarnos: ¿qué me está
pasando? En esos casos al respondernos solemos notar más lo que “está mal”, lo que “nos hace mal”, que todo aquello que nos puede hacer bien gracias al
cambio presente.
Podemos decir que son tiempos en los que hay cambios de paradigmas, de
modelos que otros nos proponen y tal vez no “manejamos”. Al inicio de este milenio alguien dijo que más que un cambio de época, se trata de una
época de cambios. Percibimos que todo cambia vertiginosamente al tiempo que
no registramos otros cambios más lentos, y que también nos modifican. El
problema lo tenemos cuando nos damos cuenta de que "no manejamos" todos los elementos que conlleva el
cambio, sino que éste nos maneja o, quiere manejarnos. No es cuestión de
manejar, como quien maneja una máquina desde afuera, sino de gestionar, gestar
algo desde adentro, a fin de conocer desde
dónde y hacia dónde vamos, el por
qué, el para qué y el cómo del
cambio que nos atraviesa.
Junto a estas experiencias viene aparejado el sentimiento de que junto
con el cambio emerge una crisis y, ante ella, por el solo hecho de nombrarla así nos achicamos, nuestros miedos e inseguridades nos limitan, se agrandan las imposibilidades
mientras vemos desaparecer las posibilidades de nuestro horizonte existencial.
Acabamos de entrar en crisis. Es el punto en el que el cambio ha cobrado
absoluto poder y nos maneja hasta hacernos sus víctimas. Para aceptar su
dominio y no ser vencidos de manera tan deshonrosa, expresamos con
resignación: Mira cómo están las cosas,
qué podemos hacer, nada…
Sin embargo, ante las crisis que nos propone el cambio que nos llega desde afuera, hay otro modo de ser y de hacer. Ser protagonistas y gestores de nuestro propio cambio, y de lo que nosotros necesitamos y podemos cambiar, sin dejar de considerar lo que vamos a conservar, pues no todo ha de cambiar por cambiar nomás.
Un modo de adquirir y gestionar
ese protagonismo es mediante el aprendizaje que podemos lograr mediante capacitaciones,
asesorías y conversaciones de Coaching Ontológico. No obstante, sólo esta última
profesión nos permite descubrir nuestras posibilidades, gestionar las creencias
que nos limitan, acrecentar nuestros conocimientos, principalmente el
conocimiento y gestión emocional de nosotros mismos en el contexto histórico
que transitamos, y reflotar esas fuerzas y capacidades dormidas por falta de
uso.
Por ello decimos que las crisis dejan de ser tales cuando el cambio
puede verse y ser vivido como una transición para crecer y ejercitar nuestra
creatividad, ponerla en práctica en cosas que ni nos imaginamos que somos
capaces de hacer, para lograr objetivos que nos acerquen más a nuestros mejores
ideales, a nuestra mejor versión. De este modo, mi propio cambio es el que
aporta sentido y dirección al cambio que viene de afuera y no gestionamos, pero
que nos afecta.
Veamos ahora algunos tips para capitalizar nuestro propio cambio.
·
Lo primero es no desesperarnos ni encerrarnos, sino abrir el juego,
hablar con alguien que de modo positivo nos ayude a desmitificar y
redimensionar los quiebre en los que nos vemos envueltos. Sacarnos los
fantasmas, los pensamientos disfuncionales que nos creamos mediante esas conversaciones internas que solemos
tener en soledad.
·
Trabajar para ser realistas, no podemos ni debemos cambiar todo, sino
sólo lo que nos corresponde ante una determinada situación que nos impacta. No somos
omnipotentes, sino poderosos. Pretender cambiar todo es inútil e imposible, y mucho
más, si queremos cambiarlo ya mismo. Lo bueno y funcional es tratar de
descubrir en qué dominio de nosotros aparece aquello de lo cual haremos una oportunidad,
discernir qué es lo que necesitamos cambiar y qué vamos a mantener, identificar
cuál es mi quiebre personal frente a esta situación que se me plantea como un
mundo desconocido e imposible, o como una montaña que me cayó encima.
·
Al hacer estas dos cosas, ya estamos siendo protagonistas y gestionando
nuestro cambio. La llamada “crisis”
ya empezó a perder fuerzas con nuestra nueva actitud frente a ella. Ahí se
parecen a esos huracanes que desde el mar se acercan con mucha fuerza, pero al
llegar a la costa entran debilitados. La ayuda de un Coach Ontológico Profesional me permitirá darme cuenta de
mis fuerzas dormidas, y a partir de mi declaración de lo que necesito y lo que quiero
lograr, despertarlas para obrar en consecuencia. A esto le llamamos coherencia ontológica.
·
Es necesario evaluar dónde
estoy parado, cómo estoy parado
frente a la vida o a determinadas situaciones, identificar cuál es mi posición frente al objetivo que quiero
lograr, reconocer mis fortalezas y mis espacios de aprendizaje, y si estoy a la
defensiva o siendo agresivo, indiferente o proactivo. Así descubriremos hacia
dónde necesitamos y queremos ir en la búsqueda de la disolución de esta
situación que me afecta de manera disfuncional. Podré ver qué debo cambiar en
mí, qué habilidades y competencias (recursos) debo incorporar, cómo lograrlas y
avanzar hacia un estado mejor respecto del que fue un inicio caótico por donde
se lo mire, o que mirábamos y sentíamos así.
·
En suma, un modo de afrontar los múltiples cambios que nos rodean es:
ü ser protagonista y gestores de nuestro propio cambio más allá de los estímulos externos que nos despiertan, y así crecer y no caer en frustraciones y sufrimientos inútiles. La clave está en buscar ayuda y deshacer rápidamente los fantasmas fabricados, esos que solemos usar como excusas para justificarnos y no cambiar creencias y juicios limitantes e inmovilizantes.
ü ver en dónde y cómo estoy
parado frente al “problema”.
ü trabajar en la búsqueda del
objetivo que quiero alcanzar.
ü determinar qué recurso/s me
hace falta incorporar para lograrlo,
ü descubrir qué debe pasar
para darme cuenta de que ya lo logré,
ü calendarizar días y horas de
inicio de mis acciones que me llevarán hacia mi nuevo destino.
ü ponerme un plazo, no como
una condena a cumplir, sino como una motivación en mi camino de transformación y mejora.
ü si en la gestión del cambio
no estoy solo, sino que también a otros les incumbe el mismo quiebre, este
trabajo interno pasa de ser personal a grupal, y ninguno queda eximido del
otro, porque si cambia el grupo y yo no, seguiré siendo espectador de una obra
en la que no quiero participar.
Protagonistas sí, víctimas no
(siempre terraza, nunca sótano)
Adrián Cervera
10/12/2022
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