Las mejores personas crean las
mejores empresas
En las empresas del mundo y en el mundo de las empresas, a menudo
se oculta una joya desconocida: la
posibilidad de encontrar una mejor empresa dentro de la propia organización.
Este juicio no solo se refiere a la optimización de procesos y/o
estructuras, sino principalmente a la potenciación del talento humano. En ese
contexto el coaching ontológico profesional emerge como una herramienta
poderosa para desenterrar esta realidad oculta, permitiendo a individuos y
equipos descubrir su máximo potencial emprendedor.
Desde mi experiencia puedo afirmar que a medida que se adentran en
el proceso de coaching, tanto empresas como individuos comienzan a descubrir las
capas ocultas de habilidades, pasiones y recursos que estaban latentes en su
ser y hacer. Se trata de una exploración profunda de su identidad y propósito,
que va más allá de las tareas diarias o los roles asignados. En este punto, la
idea de una mejor empresa dentro de la organización se expande para abarcar no
solo el rendimiento económico, sino también el crecimiento personal y el
impacto sostenible (económico, social y ambiental) en la comunidad.
Como sabemos, el viaje del coaching ontológico profesional (desplazamiento ontológico, al decir de
R. Echevarría) lleva a una transformación completa, donde la empresa y las
personas se fusionan en una entidad más consciente, ágil y conectada con su
entorno. Así se construye una cultura de innovación, aprendizaje continuo y
colaboración, donde cada individuo se siente inspirado y capacitado para
contribuir con su mejor versión. Así, la búsqueda de una mejor empresa dentro
de la propia se convierte en un viaje de autodescubrimiento y desarrollo
integral, en el que el éxito empresarial y personal se entrelazan de manera
inseparable.
Los Coaches somos nuestra propia empresa, y dentro nuestro no
habita solo una mejor empresa sino siempre un mejor coach, capaz de desafiar al
tejido empresarial y organizacional a ser creadores de una mejor humanidad.
Los contextos sociales, organizacionales y/o empresariales (como
los queramos ver e interpretar) están ávidos de nosotros, porque la joya
desconocida que son y los habita les exige: quiero
ser más, necesito desentrañar mi mejor versión, no puedo no ser mejor.
Adrián Cervera
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