Ecología y/o Ecologías
Hay veces que se comete el error de tomar como sinónimos a las palabras ambiente y ecología. La ecología es una ciencia que tiene sus propias reglas y objeto de estudio: el ecosistema, del cual el ambiente es uno de sus componentes. La ecología ha contribuido al conocimiento ambiental, y se define por el estudio de las interacciones entre los individuos, las comunidades y el medio físico (naturaleza) en su contexto histórico, social y cultural.
Al referirnos al ambiente no podemos dejar de lado la heterogeneidad de abordajes cuyo conjunto nos da un acercamiento integral. Según estudios de Lucie Sauvé[1] se distinguen quince corrientes sobre el ambiente tenidas en cuenta en la educación ambiental, por ello no damos una definición como si esa fuera la única. Aquí nos detenemos en la interpretación que refiere al ambiente como la relación entre la naturaleza y la sociedad que la habita.
Esta corriente naturalista constituye una actitud de apreciación,
respeto y conservación del medio físico natural, del cual algunos aspectos de
la modernidad nos han alejado. Una vuelta a la naturaleza requiere considerar cómo
y qué de ella hemos de conocer. Siguiendo esta corriente, Steve Van Matre (1990) creó un Instituto
de Educación para la Tierra cuyo programa educativo consiste en invitar a
los participantes a vivir experiencias cognitivas y afectivas en un medio
natural, explotando el enfoque experiencial y la pedagogía del juego a fin de
adquirir una comprensión de los fenómenos ambientales y ecológicos para
desarrollar un vínculo con la naturaleza en el que aprendamos cómo “funciona” ella.
La despersonalización de las relaciones humanas a la que llegamos
por exacerbar la tecnología fue trasladada a las relaciones con la naturaleza,
de la cual somos parte en cuanto seres vivos. Por ello necesitamos “reaprender” a
entrar en contacto con ella con nuestro espíritu y todos nuestros sentidos para
recuperar el sentido y valoración de la vida de todos los seres vivos según su
naturaleza y finalidad específicas. Así, vemos que la naturaleza es en
simultáneo educadora y medio de aprendizaje de sus derechos a existir por sí
misma, y que no nos asiste ningún justificativo para atentar contra la más mínima expresión de vida que seamos capaces de reconocer como tal.
Si el problema socio-ambiental es global, su solución debe ser integral. Así es que también podemos considerar la existencia de una ecología integral que propicia el cuidado y conservación de todos los ecosistemas sobre los que se apoya la vida humana. Dicha ecología implica no solo lo ambiental, sino también lo social, lo cultural y lo económico en su devenir histórico. Entonces, al hablar de “uso sostenible” de los recursos, siempre hemos de considerar la capacidad de regeneración de cada ecosistema en sus diversas áreas y aspectos.
En este sentido, es indispensable prestar especial atención a las
comunidades aborígenes con sus tradiciones culturales. No son una simple
minoría entre otras, sino que deben convertirse en los principales
interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes proyectos que
afecten a sus espacios. Para ellos, la tierra no es un bien económico, sino don
de Dios y de los antepasados que descansan en ella, un espacio sagrado con el
cual necesitan interactuar para sostener su identidad y sus valores. (Papa Francisco, Laudato Sí #146).
Adrián Cervera
Coach Organizacional, Mg en Dirección y Administración de Empresas,
Lic. en Ciencias de la Religión. https://empresas-saludables-en-argentina.blogspot.com/