sábado, 10 de diciembre de 2022

Ecología y/o Ecologías

Hay veces que se comete el error de tomar como sinónimos a las palabras ambiente y ecología. La ecología es una ciencia que tiene sus propias reglas y objeto de estudio: el ecosistema, del cual el ambiente es uno de sus componentes. La ecología ha contribuido al conocimiento ambiental, y se define por el estudio de las interacciones entre los individuos, las comunidades y el medio físico (naturaleza) en su contexto histórico, social y cultural.

Al referirnos al ambiente no podemos dejar de lado la heterogeneidad de abordajes cuyo conjunto nos da un acercamiento integral. Según estudios de Lucie Sauvé[1] se distinguen quince corrientes sobre el ambiente tenidas en cuenta en la educación ambiental, por ello no damos una definición como si esa fuera la única. Aquí nos detenemos en la interpretación que refiere al ambiente como la relación entre la naturaleza y la sociedad que la habita. 

Esta corriente naturalista constituye una actitud de apreciación, respeto y conservación del medio físico natural, del cual algunos aspectos de la modernidad nos han alejado. Una vuelta a la naturaleza requiere considerar cómo y qué de ella hemos de conocer. Siguiendo esta corriente, Steve Van Matre (1990) creó un Instituto de Educación para la Tierra cuyo programa educativo consiste en invitar a los participantes a vivir experiencias cognitivas y afectivas en un medio natural, explotando el enfoque experiencial y la pedagogía del juego a fin de adquirir una comprensión de los fenómenos ambientales y ecológicos para desarrollar un vínculo con la naturaleza en el que aprendamos cómo “funciona” ella.

La despersonalización de las relaciones humanas a la que llegamos por exacerbar la tecnología fue trasladada a las relaciones con la naturaleza, de la cual somos parte en cuanto seres vivos. Por ello necesitamos “reaprender” a entrar en contacto con ella con nuestro espíritu y todos nuestros sentidos para recuperar el sentido y valoración de la vida de todos los seres vivos según su naturaleza y finalidad específicas. Así, vemos que la naturaleza es en simultáneo educadora y medio de aprendizaje de sus derechos a existir por sí misma, y que no nos asiste ningún justificativo para atentar contra la más mínima expresión de vida que seamos capaces de reconocer como tal.

Si el problema socio-ambiental es global, su solución debe ser integral. Así es que también podemos considerar la existencia de una ecología integral que propicia el cuidado y conservación de todos los ecosistemas sobre los que se apoya la vida humana. Dicha ecología implica no solo lo ambiental, sino también lo social, lo cultural y lo económico en su devenir histórico. Entonces, al hablar de “uso sostenible” de los recursos, siempre hemos de considerar la capacidad de regeneración de cada ecosistema en sus diversas áreas y aspectos. 

En este sentido, es indispensable prestar especial atención a las comunidades aborígenes con sus tradiciones culturales. No son una simple minoría entre otras, sino que deben convertirse en los principales interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes proyectos que afecten a sus espacios. Para ellos, la tierra no es un bien económico, sino don de Dios y de los antepasados que descansan en ella, un espacio sagrado con el cual necesitan interactuar para sostener su identidad y sus valores. (Papa Francisco, Laudato Sí #146).

Adrián Cervera 

Coach Organizacional, Mg en Dirección y Administración de Empresas, 

Lic. en Ciencias de la Religión. https://empresas-saludables-en-argentina.blogspot.com/

CAMBIOS o CRISIS,

OPORTUNIDADES o DESGRACIAS

 

Vivimos tiempos de cambios y crisis, una expresión muy escuchada en estos días. En realidad estamos cambiando todo el tiempo, sólo que hay veces en que somos más conscientes de ello, sobre todo cuando en algún aspecto de nuestra vida nos aprieta el zapato. Recién ahí tomamos conciencia de que algo incómodo nos está pasando. Esa conciencia nos permite preguntarnos: ¿qué me está pasando? En esos casos al respondernos solemos notar más lo que “está mal”, lo que “nos hace mal”, que todo aquello que nos puede hacer bien gracias al cambio presente.

Podemos decir que son tiempos en los que hay cambios de paradigmas, de modelos que otros nos proponen y tal vez no “manejamos”. Al inicio de este milenio alguien dijo que más que un cambio de época, se trata de una época de cambios. Percibimos que todo cambia vertiginosamente al tiempo que no registramos otros cambios más lentos, y que también nos modifican. El problema lo tenemos cuando nos damos cuenta de que "no manejamos" todos los elementos que conlleva el cambio, sino que éste nos maneja o, quiere manejarnos. No es cuestión de manejar, como quien maneja una máquina desde afuera, sino de gestionar, gestar algo desde adentro, a fin de conocer desde dónde y hacia dónde vamos, el por qué, el para qué y el cómo del cambio que nos atraviesa.

 

Junto a estas experiencias viene aparejado el sentimiento de que junto con el cambio emerge una crisis y, ante ella, por el solo hecho de nombrarla así nos achicamos, nuestros miedos e inseguridades nos limitan, se agrandan las imposibilidades mientras vemos desaparecer las posibilidades de nuestro horizonte existencial. Acabamos de entrar en crisis. Es el punto en el que el cambio ha cobrado absoluto poder y nos maneja hasta hacernos sus víctimas. Para aceptar su dominio y no ser vencidos de manera tan deshonrosa, expresamos con resignación: Mira cómo están las cosas, qué podemos hacer, nada…


Sin embargo, ante las crisis que nos propone el cambio que nos llega desde afuera, hay otro modo de ser y de hacer. Ser protagonistas y gestores de nuestro propio cambio, y de lo que nosotros necesitamos y podemos cambiar, sin dejar de considerar lo que vamos a conservar, pues no todo ha de cambiar por cambiar nomás

Un modo de adquirir y gestionar ese protagonismo es mediante el aprendizaje que podemos lograr mediante capacitaciones, asesorías y conversaciones de Coaching Ontológico. No obstante, sólo esta última profesión nos permite descubrir nuestras posibilidades, gestionar las creencias que nos limitan, acrecentar nuestros conocimientos, principalmente el conocimiento y gestión emocional de nosotros mismos en el contexto histórico que transitamos, y reflotar esas fuerzas y capacidades dormidas por falta de uso.

 

Por ello decimos que las crisis dejan de ser tales cuando el cambio puede verse y ser vivido como una transición para crecer y ejercitar nuestra creatividad, ponerla en práctica en cosas que ni nos imaginamos que somos capaces de hacer, para lograr objetivos que nos acerquen más a nuestros mejores ideales, a nuestra mejor versión. De este modo, mi propio cambio es el que aporta sentido y dirección al cambio que viene de afuera y no gestionamos, pero que nos afecta.

 

Veamos ahora algunos tips para capitalizar nuestro propio cambio.

·         Lo primero es no desesperarnos ni encerrarnos, sino abrir el juego, hablar con alguien que de modo positivo nos ayude a desmitificar y redimensionar los quiebre en los que nos vemos envueltos. Sacarnos los fantasmas, los pensamientos disfuncionales que nos creamos mediante esas conversaciones internas que solemos tener en soledad.

·         Trabajar para ser realistas, no podemos ni debemos cambiar todo, sino sólo lo que nos corresponde ante una determinada situación que nos impacta. No somos omnipotentes, sino poderosos. Pretender cambiar todo es inútil e imposible, y mucho más, si queremos cambiarlo ya mismo. Lo bueno y funcional es tratar de descubrir en qué dominio de nosotros aparece aquello de lo cual haremos una oportunidad, discernir qué es lo que necesitamos cambiar y qué vamos a mantener, identificar cuál es mi quiebre personal frente a esta situación que se me plantea como un mundo desconocido e imposible, o como una montaña que me cayó encima.

·         Al hacer estas dos cosas, ya estamos siendo protagonistas y gestionando nuestro cambio. La llamada “crisis” ya empezó a perder fuerzas con nuestra nueva actitud frente a ella. Ahí se parecen a esos huracanes que desde el mar se acercan con mucha fuerza, pero al llegar a la costa entran debilitados. La ayuda de un Coach Ontológico Profesional me permitirá darme cuenta de mis fuerzas dormidas, y a partir de mi declaración de lo que necesito y lo que quiero lograr, despertarlas para obrar en consecuencia. A esto le llamamos coherencia ontológica.

·         Es necesario evaluar dónde estoy parado, cómo estoy parado frente a la vida o a determinadas situaciones, identificar cuál es mi posición frente al objetivo que quiero lograr, reconocer mis fortalezas y mis espacios de aprendizaje, y si estoy a la defensiva o siendo agresivo, indiferente o proactivo. Así descubriremos hacia dónde necesitamos y queremos ir en la búsqueda de la disolución de esta situación que me afecta de manera disfuncional. Podré ver qué debo cambiar en mí, qué habilidades y competencias (recursos) debo incorporar, cómo lograrlas y avanzar hacia un estado mejor respecto del que fue un inicio caótico por donde se lo mire, o que mirábamos y sentíamos así.

·         En suma, un modo de afrontar los múltiples cambios que nos rodean es:

ü  ser protagonista y gestores de nuestro propio cambio más allá de los estímulos externos que nos despiertan, y así crecer y no caer en frustraciones y sufrimientos inútiles. La clave está en buscar ayuda y deshacer rápidamente los fantasmas fabricados, esos que solemos usar como excusas para justificarnos y no cambiar creencias y juicios limitantes e inmovilizantes.

ü  ver en dónde y cómo estoy parado frente al “problema”.

ü  trabajar en la búsqueda del objetivo que quiero alcanzar.

ü  determinar qué recurso/s me hace falta incorporar para lograrlo,

ü  descubrir qué debe pasar para darme cuenta de que ya lo logré,

ü  calendarizar días y horas de inicio de mis acciones que me llevarán hacia mi nuevo destino.

ü  ponerme un plazo, no como una condena a cumplir, sino como una motivación en mi camino de transformación y mejora.

ü  si en la gestión del cambio no estoy solo, sino que también a otros les incumbe el mismo quiebre, este trabajo interno pasa de ser personal a grupal, y ninguno queda eximido del otro, porque si cambia el grupo y yo no, seguiré siendo espectador de una obra en la que no quiero participar.

 

Protagonistas sí, víctimas no

(siempre terraza, nunca sótano)

Adrián Cervera

10/12/2022